lunes, 25 de febrero de 2013

Y última parte de la Neblina del ayer...

El pasado viernes comentamos la segunda y última parte de La neblina del ayer. Expusimos entre todas nuestros puntos de vista sobre la almagama de personajes que aparecen en la novela y cómo al margen de situaciones políticas y temporales, la vida de los seres humanos gira en torno a las grandes pasiones: el amor, la venganza, el dinero.
Coincidimos todas en la honradez y honestidad del protagonista, Mario Conde en contraste con la corrupción y el ambiente de miseria y pobreza emocional y social en el que se desarrolla la novela.
Nuestra compañera Pilar comporte con todas nosotras la siguiente reflexión:

A LOS LIBROS QUE ME HAN HECHO PENSAR

La pobreza, como la historia, puede ser prehistórica, antigua, contenporánea y actual o haber existido desde que tenemos memoria, incluso antes. Pero no por más longeva más cruel, la mayor miseria del ser humano es cuando pierde la ilusión, cuando pierde la fe en el futuro. cuando sus principios se han derrumbado uno a uno al enfrentarse con la cruel realidad, y solo queda el más primitivo institno por sobrevivir el día a día, haciendo cualquier cosa para ello.
Así, cada uno, en el papel que representamos a lo largo de nuestra vida, en cada uno de los actos somos fuertes o débiles, miserables u honestos, egoístas o incluso pequeños héroes cotidianos.
Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones pero lo único que podemos conervar, lo único que no podemos vender para sobrevivir, para poder seguir llamándonos personas, es no caer en la degradación. En no creer que todo vale, que si lo hace la mayoría está bien y en admitir que lo deplorable se vuelve común y dejarmos atrapar en la miseria del alma.
Se es pobre cuando un libro es solo una bonita encuadernación que no sirve para dar una decoración a nuestro salón.
Cada libro espera su lector y cada lector encuentra su libro. En cada momento de nuestra vida nos surgen ideas y pensamientos diferentes cuando nos sumergimos en una lectura. Incluso un mismo libro nos dirá cosas distintas según el momento que lo leamos, y no porque no estuviéramos atento, es que nuestra sensibilidad es diferente con el paso de los años.
En ocasiones pienso que hay libros que dejan de ser de su autor, que en el momento en que atrapan en sus páginas al lector, se hace actor del mismo y deambula entre sus personajes. Camina por sus renglones, ávido de empaparse de sus ideas. En ese momento pertenece más al lector que al propio autor.
La historia de un país se puede estudiar en sus museos, palaciones, jardines, monumentos, personajes, en su arte y también es sus bibliotecas.
Así, la pequeña historia de cada uno de nosotros se podría estudiar en los libros, todos los que a lo largo de nuestra vida vamos acumulando. Si nos paramos a pensar un momento en cada uno de ellos, repasaremos nuestra propia historia. Aquel que nos obligaron a leer en la escuela y que nos pareció un plomo y hoy sabemos que es una obra maestra de nuestra literatura. Aquel otro que compramos porque nos lo aconsejó un amigo y leímos con gran interés pues nos abría las puertas a la adolescencia. Aquel que nos regaló nuestra mejor amiga, el otro que compramos uno de tantos días de tedioso aburrimiento cuando fuimos a una gran superficie. Y sobre todo, el que siempre que le pasamos el paño, nos sugiere las caricias olvidadas de aquel primer amor.
Todos aquellos que comprarmos en un arrebato de intelectualidad tardía y que aún permanecen con su funda protectora del paso del tiempo. Y qué decir tiene aquella enciclopedia que nuestro padre nos compró en un esfuerzo para que estuviéramos al día de los últimos conocimientos y a que antes de que estuviera pagada la segunda letra, ya estaba desfasada.
Muchos de ellos ya tienen su destino en una caja del desvàn, no han tenido al suerte de encontrar a su lector.
Igual que la gran biblioteca de la novela que hemos leído en la que varias generaciones guardaban tesoros literarios de la historia de su país. Como en esa gran biblioteca, no eran solo estanterías llenas de magníficos libros sino un mundo paralelo a la historia del país. Como si el tiempo en ella se hubiera quedado detenido en los días anteriores a la revolución cubana, como si los treinta años pasados por allí, no hubieran pasado.

Pilar

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